domingo, 18 de noviembre de 2007

Reportaje: Portal Fernández Concha

El restaurante del pueblo

ENTRE COMPLETOS Y LADRONES

No importa la hora ni la fecha. El portal Fernández Concha siempre está lleno de ruido, gente, olor a carne y algún condimento. Así lo quiere la gente. Y es que pese a tanto cambio de personal y remodelaciones, sumado al mal ambiente de la Plaza de Armas, el sabor de los completos, pescados y empanadas sigue igual que hace años, manteniendo a su clientela más fiel que nunca. Ésta es la sabrosa historia de por qué las personas siguen prefiriendo al comedor más popular de Chile.
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Por Daniela Paz González Encina
La Plaza de Armas está llena como de costumbre. La gente se pasea como en la cárcel, de un lado a otro. La hora de almuerzo se acerca, ya es pasado mediodía y algunos miniespectáculos -la mayoría de humor- están finalizando, mientras los locales expelen un olor a carne recién cocinada que engatusa a todos, pero sólo hay un preferido. El Portal Fernández Concha empieza a vender su comida rápida y casera. La gente enloquece, los que atienden también. Los almuerzos no duran mucho tiempo y además hay que volver a las labores. Es la hora sagrada. Luego de casi 30 minutos, los clientes se despiden amigablemente y se van a sus trabajos con el estómago a punto de explotar.
Así son todos los días en el comedor más popular de la zona y de Chile entero. Situado en pleno corazón de Santiago desde hace 136 años –al igual que la Catedral Metropolitana- este gran edificio se ha mantenido en la memoria y en el paladar de quienes lo visitan.
En 1920 el chileno Eduardo Bahamondes instaló el restaurante ‘Quick Lunch Bahamondes’, un lugar donde habría comida rápida y dejara satisfechas a las personas. Allí la especialidad era un tipo de sándwich delgado con una salchicha, un tal “perro caliente”, comida típica de Estados Unidos pero que aquí poco se degustaba. Es el mismo completo -como se conoce hoy en tanta garganta llena- que hizo saltar a la fama a este local que hasta estos días es uno de los más recordados.
“El portal es prácticamente una tradición, aquí no sólo se da una comida en buen estado y muy gustosa, sino además se trata bien al cliente. Los que vienen a comer ya se sienten como parte del negocio, somos todos como una familia”, asegura Martín Pérez (59) quien trabaja desde hace más de 20 años como garzón en la cadena de locales ‘El Rápido’.
Parece que en cada completo, plato o sándwich hay una historia o algo que contar. Cada persona que se sirve algo conversa con los locatarios y parece ser casi un almuerzo en casa. Felipe Riquelme (20), desde pequeño come en la Plaza de Armas. El completo italiano es su preferido. “Venir acá es una es muy importante. Son muchos los recuerdos. Venía cuando niño con mi bisabuelo, después con mi abuelo, con mi padre y ahora vengo con algún amigo”, confiesa entre risas.
CAMBIO DE LO ELEGANTE POR LO VULGAR
Los primeros años de funcionamiento del portal también fueron destinados al rubro comercial. Sin embargo, se cuestiona por qué el público ha cambiado tanto, porque en aquellos tiempos se veía sólo gente honesta, fuera rico o no. En cambio, hoy los consumidores pertenecen a la clase media baja y al parecer no tiene la misma educación y cordialidad de antes. Sin embargo, lo bueno de todo es que la clientela está formada y es fiel, indica Lía González (44) dueña de una de las tostadurías más antiguas de Santiago que hallamos en el Fernández Concha. La diversidad de compradores se debe a que existe un porcentaje de ellos que asegura ir a lo menos tres veces por semana a deleitarse con los jugosos y groseros sándwiches o a comprar productos, sin tomar en cuenta que hay otro tanto que va de vez en cuando. Niños, jóvenes, escolares, oficinistas y ancianos observamos en todo momento del año en el portal, los que alientan periódicamente a que funcione como un organismo vivo que se agita, vibra y marcha.
EL PEOR ALIÑO
La clientela del portal se ha mantenido en el tiempo, es cierto, pero estos últimos años el problema más grande con el que han tenido que lidiar tanto los locatarios como la gente que almuerza en el sector, es por los ladrones y la gente que pide limosna. Los robos en Santiago centro y, en especial aquella zona, han aumentado considerablemente, pero esto no ha sido un impedimento para que los clientes se distancien, aunque igual preocupa. Ya no todos se sienten seguros y han sido los mismos propietarios los que han tomado decisiones para cambiar esto.
Han mejorado las estructuras de sus locales para darles mayor seguridad con rejillas, cadenas y nuevas soldaduras para así no salir perjudicados por los delincuentes y mendigos que andan robando. Éste es el peor plato que les toca comer. “Gente desaseada y con olor a orina pasa pidiendo plata a cada rato. En media hora podemos ver entre diez y quince personas insistiendo, es atroz. Eso molesta a los clientes”, cuenta María Lezana (45) cajera del carrito ‘El Portal’.
Cuando hay algún robo es poco lo que pueden hacer los dueños de los locales, aunque en el acto, los clientes son los más perjudicados. “Había salido recién del banco con 150 mil pesos. Vine a comer un par de completos para irme rápido a la pega y un tipo me sacó la chequera. Corrí y lo atrapé, pero mi billetera nunca apareció”, asegura Héctor Leiva (47).
R.R.R: RICO, RE BUENO, RE BARATO
“Hay temor por los lanzas, es cierto, pero ¿en qué otro lugar encontrai’ comida tan rica y tan barata? No vas a encontrar un lugar como éste en el país, la comida es exquisita” expresa José Sánchez (28), mientras come un abultado completo que mide 25 centímetros.
La tradición parece ser más fuerte que el temor por la excesiva delincuencia. Dos caras de la moneda son las que podemos percibir, porque tenemos al patio de comidas más célebre de Santiago, lleno de delicias, considerado además como el epicentro de la gula, al alcance de todos los bolsillos; como también está presente allí la gente reconocida como ladrones, mendigos e incluso drogadictos que recorren y viven en el sector, las que infunden miedo y temor a los visitantes. Sin embargo, con cuidado, precaución y cautela podemos ir a saciar nuestro apetito con platos típicos chilenos o el inconfundible y particular completo, en el ilustre edificio color marfil que acoge al conjunto de ansiosos que va en busca de un rico bocado. Provecho.

viernes, 21 de septiembre de 2007

KM 0

Para dos personas la Plaza de Armas se convirtió:

El Kilómetro 0 de Una Vida

La plaza de armas de Santiago es donde comienza la vida republicana de Chile y la numerología de la ciudad, pero no sólo por estos datos este lugar es importante, es por su vida y por la gente que le da color a uno de los paisajes más reconocidos de la capital.

Grupos folclóricos, humoristas y peruanos que comen pollo colorado, esto se encuentra al salir del colapsado metro de Santiago. Se siente lo “huachaca” del chileno y lo decepcionado del gringo, que esperaba ver indios cazando a su presa.

Este fin de semana no es común, comenzaron las Fiestas Patrias y se nota la preocupación de la alcaldía por adornar los edificios que encierran la plaza. Las guirnaldas y el grupo folklórico producen un ambiente especial, se siente el olor a algodón de azúcar y maní confitado, claro que se vuelve un poco desagradable, cuando hueles el aliño de la comida peruana.

La gente se agrupa en distintos lugares, alguno se ríen con los humoristas, los niños juegan con las palomas y otros se entretienen hojeando libros, en la feria libre de la calle Puente. En medio de esta selva se encuentra Freddy Ormeño, humorista callejero. Freddy tiene 37 años y seis hijos, es separado y vive desde tres años en Conchalí, mientras habla la gente ríe con un dúo humorístico que aparece seguido por televisión.

Freddy es un chileno tipo, tiene piel morena, y el pelo ondulado como Iván Guerrero de CQC. Es un tipo esforzado, y lo demuestra, es el que llega más temprano para comenzar su rutina humorística y cautivar la mayor cantidad de público. Cuando comienza a recibir sus monedas, sus siete colegas hacen la cola para turnarse las horas de los espectáculos.

Cuando el humorista y actor termina su acto al frente de la catedral de Santiago, los lectores se empiezan a aglomerar en la calle Estado. Entre los estantes que se instalan de un día a otro, se encuentra el fotógrafo y gestor cultural, Mauricio Morales.

Morales es un tipo canoso y grande, parecido a Sergio Livingstone, con 10 kilos menos. Este hombre de 50 años trabaja desde un año en esta feria y durante la semana se dedica a realizar proyectos concursables, para financiar su corporación cultural.

Este chileno de clase media, comenzó a trabajar en este oficio después de la crisis asiática, esa que dejó coja la gestión del Presidente Frei Ruiz-Tagle. “Comencé a trabajar vendiendo libros de filosofía política, era mi forma de sobrevivir y de a poco fuicreciendo. Ahora me doy cuenta de que la cultura es rentable, pero el gobierno no tiene la voluntad de invertir en ella”.

Mientras los visitantes hojean las escrituras de Marx, Rosseau, Mounier y Maritain, Mauricio prende un cigarro y comienza a relatar como esta plaza le cambió la vida “Cuando pagué por este lugar, pensé que sería para pasar el rato, pero después me encariñé”. El bibliotecario atiende a una persona y prosigue: “No me quiero cambiar, a pesar de venir de San José de Maipo, porque ya tengo mis clientes y con ellos vas formando una relación”.

Al otro lado de la plaza, Freddy está terminando su rutina molestando a una señora de 60 años. El chiste es sobre cómo comen helado las mujeres, mientras van creciendo. A pesar de las carcajadas, no caen muchas monedas “Cuando la gente está recién pagada, se pone güeona (sic). Además con la llegada de Fiestas Patrias los huasos se llevan toda la plata”.

Mientras habla con su sobrino, él es su asistente, Carabineros pide los permisos a los trabajadores del lugar, en este momento es cuando los vendedores ambulantes escapan y los extranjeros pierden sus: anteojos, celulares, cámaras fotográficas, etc.

Las carpas de los improvisados locatarios se desarman y los libros vuelven a sus cajas, es ahora cuando Mauricio cuenta como lo marcó la Plaza “Esta plaza me abrió una nueva oportunidad y justo aquí fue donde conocí a mi pareja”, mientras termina de cerrar pacientemente sus cajas se despide de un abrazo.

Cuando cae la tarde, Freddy se retira a cuidar a sus hijos “Esta plaza me ha dado mucho. Desde los 18 años que trabajo en ella y la quiero, pero uta (sic), que quedó fea con la refacción” Ormeño le deja el puesto a uno de los hermanos de Paul Vásquez (el flaco de Dinamita Show), y se retira diciendo: “Váyanse a la chucha todos los güeones cagaos”.

Es así cómo esta plaza que es el número 0 del numeral de la ciudad se convierte en el kilometraje 0 en la vida de una persona.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Pequeña Lima

Por.- Rodrigo Durán Guzmán


Retrospectiva fotográfica

Plaza de Armas de Santiago

El oficio de la tradición

Hasta la década del ´70 toda plaza chilena contaba con su fotógrafo, pero los tiempos cambiaron y ahora sólo quedan aquellos que no conciben su vida sin ese completo laboratorio dentro de cajas oscuras.. Hoy se impone la modernidad de las cámaras que entregan fotos digitalizadas, sin embargo don Carlos se mantiene firme en oficio y apela a la “tradición chilena”.

Por.- Rodrigo Durán Guzmán


Hace ya más de un lustro este lugar alberga entre sus bancos y árboles a hombres que han visto pasar décadas frente a sus cámaras. ¿Quién no se sacó una foto a caballo o junto a simpáticos personajes en la Plaza de Armas y guarda ese retrato en el cajón de los recuerdos?.
Generaciones tras generaciones han sido parte de esta costumbre que hoy, producto de los avances de las nuevas tecnologías, se está perdiendo.

Carlos Sepúlveda, de 37 años, hace 12 que se dedica exclusivamente a sacar fotografías, al igual como antes lo hacían su padre y su abuelo. Él aprendió mirando y hoy este oficio se ha transformado en su pasión.


La máquina de cajón o “Minutera” es su gran tesoro y es la misma con la que su abuelo captó a muchos rostros en décadas anteriores. Con orgullo, asegura que en Chile no hay más de 15 de ellas.


Entre sus adornos y recuerdos posee fotografías del “viejo Santiago” y le apena pensar que con el surgimiento de tecnologías más modernas e incluso desechables, la magia de la “Minutera” se está perdiendo. Además, lo desmotiva el hecho de que por el mismo precio que él cobra por una imagen (entre $1.500 y $2.500) se puede revelar un rollo de 12 ó 24 fotos en un lugar en promoción.


“Hace cuatro o cinco años atrás esto era un súper negocio, pero ahora hay que estar todo el día bajo el sol para lograr sólo una fotografía. Eso indica que el negocio está cada día peor. Para mí es aceptable hacer arriba de 10 fotos, con eso puedo subsistir y pagar mis cuentas, pero también entiendo que hay gente que prefiere guardar esa plata para comprar pan, por ejemplo. Lo malo es que no tengo un parámetro de cuántas fotos voy a sacar al día, por ejemplo, hoy puedo sacar 10 y mañana ninguna entones este trabajo no me da cosas seguras, pero pucha que es lindo”.


Carlos ha sufrido grandes dificultades en su vida por el hecho de mantener viva una tradición y dedicarse con alegría a ella, aunque confiesa que si le ofrecieran trabajar en una revista o un diario como gráfico aceptaría a ojos cerrados porque de todos modos seguiría haciendo lo que más le gusta en la vida: fotografiar.


“He pensado dedicarme a otra cosa durante las noches y dejar el día solamente para trabajar aquí, ya que cuando se acerca el invierno me quedo muchos días de brazos cruzados. No vale ni la pena que salga de la casa en un día de lluvia. Es en esa época cuando peor me va, paso hambre y frío, tengo que pedir fiado, en fin, lo mismo que todos, sólo que algunos están mejor que yo y otros peor".


Al menos, la suerte cambia en la época estival: "En Navidad, es otra cosa, nos ponemos con un trineo y un Viejito Pascuero y nos va mil veces mejor", comenta con alivio.
Carlos además trabajado como ayudante de panadero, cuidador de autos, vendedor en un negocio e hizo aseo. Pero es en la plaza de armas donde se siente a sus anchas y no dejaría el lugar por nada del mundo, porque es ahí donde está su historia y que todo lo que ha aprendido, lo ha hecho en ese lugar.


Aparte de los niños, muchos extranjeros pasean habitualmente por la plaza y llegan al puesto de Sepúlveda atraídos por la antigua cámara de cajón que tiene. Algunos le comentan que fuera de Chile tendría éxito, ya que en Europa no se ven cosas así. Él ha pensado en irse, pero el dinero no le alcanza para partir junto a toda su familia, por lo que ve muy lejana la idea de emigrar a nuevas horizontes.


Por ahora su deseo más próximo es que sus hijos se sientan orgullosos de él: “aunque no fui una persona importante, traté de hacerlo lo mejor posible”.


Todavía no sabe si sus hijos seguirán la tradición familiar, ya que son muy pequeños aún, advierte que no le agradaría perder las costumbres que han identificado a su familia durante años, pero tampoco le gustaría que ellos pasaran por los mismos aprietos económicos que él ha pasado en este oficio.

El arte de la calle: Mimo de la Plaza de Armas de Santiago

Por.- Rodrigo Durán Guzmán

Del Perú con amor

Victor Miñiano, peruano residente en Chile



"Vals" por "cueca"



Llegó hace 4 años a nuestro país. Se vino sólo, mientras su mujer y sus hijos partieron a Japón en busca de mejores oportunidades. Es así como este peruano proveniente de Trujillo llegó a Chile cambiando el vals por la cueca, o quizás sea el "suspiro limeño" por, simplemente, un suspiro.



Por.- Rodrigo Durán Guzmán.





"No pé!. Si yo estoy bien, sólo un poco apenado". El diálogo se produce entre don Víctor (45) y un coterráneo que lo ve muy apesadumbrado. Acaba de salir de la cabina telefónica donde habló con uno de sus hijos. Hace un año que no los ve. Ellos están de vacaciones en Lima con los abuelos por parte de la mamá. Mañana se regresan a Japón.

Hace 8 años que su mujer se fue a "la tierra del sol naciente" en busca de nuevas posibilidades. Al cabo de un mes tenía trabajo y percibía una remuneración de U$3000 mensuales. De estos U$150 iban para sus 3 (dos hombres (22 y 18) y una mujer (17)) hijos que vivían con su papá en Trujillo. Al cabo de un tiempo, los tres hermanos decidieron irse a vivir con su mamá. "Yo no puedo competir contra eso. Jamás le podría haber dado a mis hijos esa cantidad de dinero, pero sí les di educación, cuidado y amor. Pero ellos se fueron con la madre".
Ya lleva 4 años en Chile. Es técnico electrónico e ingeniero en sonido, pero no ha podido ejercer su profesión porque para trabajar le piden un certificado de convalidación (revalidación de título) de sus estudios, porque estos los realizó en Perú.




La separación de su señora lo marcó. Para él "cuando la familia se separa ya no hay unión, todo se termina". De hecho, hasta el día de hoy mantiene una comunicación esporádica con sus hijos, pero con su señora no se ha vuelto a comunicar.




"Yo vendí mi casa para que mi ex mujer se fuera a Japón. Es la confianza de haber estado 20 años casado con ella para que luego me diera la espalda, me dejara solo y se llevara a mis hijos. Ante eso, creo que tengo que seguir con mi vida y eso me motivó a venir a Chile. Mis hijos ya están grandes. Ya no tengo deseos de volver con mi ex mujer porque todo se terminó, entonces se rompió la familia y ya no tengo las ganas de volver a unir la relación".

A su juicio no le costó adaptarse a Chile. Vivió 10 años en Lima, por lo que sabe lo que es arrendar y vivir solo en la capital. Nunca antes había estado en Chile y llegó "a la aventura".
En Santiago vive en la calle Amunátegui. Se vino a Chile en busca de nuevas posibilidades. Como en Perú hay muchos grupos de música él pensó que acá iba a ser lo mismo, más aún porque la industria musical chilena es más amplia que la peruana, pero al llegar acá la realidad fue muy distinta.


Le tocó trabajar de peoneta, cargando camiones. Trabajó en San Bernardo y en la Vega Central. Le pagaban $5000 por vuelta y trabaja unas 10 horas al día ($15-20mil diario promedio).
Para descansar lo hacía dentro del camión, al igual que para almorzar. " En Perú las cosas son distintas porque allá uno se sienta cómodamente a almorzar. Acá la cosa es tener una bebida, pancito y un poco de cecina y listo", dice respecto a las condiciones laborales que le tocó vivir.

A estado en otras partes del país. San Fernando, Rancagua, Curicó y Valparaíso han sabido de sus andanzas y ganas de superación.




Lo que sí le llamó bastante la atención es que el chileno es muy xenófobo, porque " está siempre pendiente de la procedencia de uno, de donde estudió, donde nació, vivió, etc. En cambió en Perú no es tanta la discriminación como acá, salvo en los temas políticos con Chile. Pero en general se recibe mucho mejor a los chilenos en Perú que a los peruanos en Chile".

En Santiago a trabajado en San Bernardo, en San Joaquín y Las Condes. A tenido experiencias laborales buenas y malas. La gente de menos recursos, por ignorancia él piensa, lo ha tratado mal, lo han hecho sentir discriminado. En cambio en los sectores más acomodados lo han tratado mejor. A su juicio esto ocurre porque las personas de altos ingresos han tenido la posibilidad de estar en Lima, entonces "conocen y saben como somos los peruanos".

Lo que marca diferencias, para él, entre los chilenos y los peruanos es que "el peruano es aventurero, es más trabajador y responsable que el chileno".

Actualmente cuenta con un trabajo estable. Trabaja en mantenimiento en la Cruz Roja chilena. Llegó a trabajar ahí por las bolsas de trabajo de la municipalidad de Santiago. Tiene un horario de 13 a 20 horas ($160.000 mensuales). No le alcanza para vivir bien, pero tiene la mañana para buscar otros trabajos. A su vez tiene un equipo de amplificación, el cual arrienda y por ahí obtiene ingresos extras.

Para él y el resto de los peruanos la Plaza de Armas es "su" punto de reunión porque la mayoría de los peruanos viven en la zona centro, no se requiere pagar pasaje para movilizares, están los centros de llamados, los locales de comida y porque ahí se reunen la mayor cantidad de peruanos, entonces se protegen los unos con los otros.

Otra cosa que le llama la atención es que el chileno es muy bueno para "sacar la vuelta".
" Ustedes no saben aprovechar las oportunidades de trabajo y las condiciones económicas que tienen a diferencia de los peruanos que somos trabajadores y hacemos nuestro trabajo bien. En Perú las cosas son cosa bien hecha, cosa pagada y acá no existe esa cultura".

martes, 18 de septiembre de 2007

Reportaje

Innumerables realidades en un mismo escenario
EJE DE TRADICIONES Y COMERCIO

La Plaza de Armas se ha caracterizado a lo largo del tiempo por ser un lugar en el que se realizan todas las actividades ligadas a la vida social, económica y política de los vecinos, los cuales han cimentado su singular historia.

Por Daniela González Encina

La gente que va caminando por el lugar lo hace en diferentes direcciones, sin fijarse en el mundo que los rodea. Un mundo lleno de fascinantes historias, vivencias y situaciones que a diario se dan en el sector de la Plaza de Armas de Santiago, la cual ha sido visitada por la gran mayoría de los chilenos a lo largo del tiempo. En ella es posible observar a comerciantes, cada uno de los cuales se la juega por atraer al público; el típico pintor que está realizado retratos o caricaturas; el lustrabotas que trabaja esmerado por dejar brillantes los zapatos de los oficinistas; los fotógrafos de delantal blanco rodeados de caballitos de madera, como también el humorista que intenta acaparar miradas con sus extravagantes actuaciones. Todos estos personajes han estado allí toda una vida ejerciendo su labor, en medio de los edificios que envuelven la plaza desde los tiempos de La Colonia, como el Correo Central y La Catedral Metropolitana entre otros.

LA CHISPA A FLOR DE PIEL

Alex Vásquez (48) es un hombre muy particular, pues llama la atención de inmediato a causa de los visos amarillentos oxigenados que tiene en su cabello, su distinguido tono de voz como el de un payaso y sus jeans con aplicaciones. Trabaja como humorista desde hace 26 años en la Plaza de Armas, motivo por el cual ha visto cómo ha cambiado el cuadrante. “Durante todo el tiempo que he trabajado en este sector, el cambio más radical que he podido observar es la evolución arquitectónica que ha tenido la plaza. Antes me gustaba más porque tenía muchos árboles y flores”. Sin embargo, Vásquez es feliz con su trabajo y su público, al que le llama el huevo.El huevo, es la figura formada por la muchedumbre que lo rodea a diario, atraída por sus graciosas presentaciones llenas de picardía y chistes en doble sentido. Vásquez cuenta que su pega es rentable, si no su trayectoria no sería la que tiene. Sin embargo, recalca que hay que ser responsable con los temas de plata, como en cualquier labor. “Si vas a ser un hueón carretero es otro cuento”.

Su mayor logro ha sido llegar a la televisión y participar en algunos estelares, junto con su hermano Paul Vásquez -más conocido como “El Flaco”- en los que ha podido desarrollar lo que tanto le apasiona: el humor. A pesar de ello, prefiere seguir en la calle ejerciendo su oficio, porque para él es emocionante estar afuera de la Catedral Metropolitana reuniendo a muchísima gente que va a participar de su espectáculo.El humor y los chistes en sí son una anécdota. Sin embargo, Vásquez y sus tres compañeros de trabajo con los que comparte escenario recuerdan un gracioso incidente en el cual una persona completamente desnuda se introdujo sin pudor dentro del huevo. Tal evento causó una interrupción en su show, de la que afirman: “Salimos victoriosos”.

Vásquez es sólo uno de los ocho humoristas que comparten la plaza como escenario callejero. “Trabajamos con turnos que debemos cumplir de manera rigurosa para no perjudicarnos”. Pero no todo es color de rosas, pues las rivalidades entre los artistas callejeros existen, comenta Vásquez. “Pero es comprensible porque siempre queremos ser los mejores en lo que hacemos, sin embargo, esto no debe implicar aplastar a los demás, pues al fin y al cabo nadie tiene el derecho de sentirse superior a los otros”.

UN ARTISTA FERVIENTE
Como Vásquez, también existen otros hombres que han dedicado una vida entera a su trabajo en Plaza de Armas, superando los obstáculos que se les han presentado, uno de ellos fue la lucha por conseguir los permisos municipales para despreocuparse de que el poder civil los lleve presos (lo que fue obtenido después del Gobierno Militar).
Uno de éstos es un fotógrafo que se encuentra en el costado sureste de la plaza, Luis Maldonado (39) quien por tradición familiar, gusto y pasión, ejerce su rol desde hace 20 años en la plaza. Es un hombre muy alto, en comparación con el

promedio de los chilenos, moreno y de ojos oscuros como el ámbar. Siempre viste una cotona blanca y un jockey que lo caracteriza inmediatamente como fotógrafo callejero. En su puesto de trabajo cuenta con un panel lleno de fotos, una cámara de cajón -la que funciona a través del sistema antiguo- y los típicos caballitos de madera para que los niños se fotografíen.Según cuenta, el destino lo impulsó a seguir esta carrera, porque a pesar de haber estudiado electromecánica, la fotografía es lo que más le seduce. “En ese sentido soy muy feliz, porque somos pocos los que trabajamos en lo que de verdad nos gusta”. Sin embargo, admite que por estos días se hace muy difícil mantener su oficio, ya que el campo de la fotografía se ha ampliado aceleradamente, puesto que cada vez es más fácil tener una cámara fotográfica. A raíz de esto afirma: “He estado tres o cuatro veces a punto de tirar la esponja, pero es muy difícil optar por la realidad y la historia familiar que llevo a mis espaldas porque mis abuelos, padres y tíos han trabajado en lo mismo, aquí en la plaza y recorriendo Chile cuando hay fiestas religiosas”.

Este hombre delgado y muy conversador, considera que más que fotografía es un arte, la que lo ha llevado a obtener grandes logros. Él visitó la ciudad de Venecia, donde fue partícipe de una exposición y concurso de arte mundial representado a Chile. “Éxitos como éste son los que me incitan seguir adelante”.

Durante su periodo de trabajo en la plaza a Maldonado lo ha visitado gran cantidad de turistas y famosos, como Iván Zamorano o la modelo española Ester Cañada. “A ellos les cobro dos o tres lucas más, total… ellos tienen”. Otro acontecimiento ocurrido en su trayectoria, el que recuerda con gran humor, es una anécdota que le costó caro. Una señora se molestó por la foto que le tomó, y le dijo: “No me gustó la foto, salgo fea”, a lo que él respondió: “Soy fotógrafo, pero no mago”. Esto enfureció a la mujer, la que inmediatamente lo acusó a un par de carabineros, los cuales querían llevar detenido al fotógrafo por daño a la moral y falta de respeto. “Fue un hecho ilógico y para la risa”, dice.
Personajes como Maldonado y Vásquez son sólo algunos de los que podemos encontrar en la plaza de la diversidad, los que dan vida y prueba de que este barrio es el kilómetro cero de Santiago, donde se entremezclan historias llenas de entretenidos acontecimientos que no podemos pasar por alto, pues en medio del caos de la ciudad, todavía hay momentos inigualables y sorprendentes que se pueden descubrir a través de nuestros sentidos sólo si nos dedicamos a observar cómo compatriotas y extranjeros le dan vida a una zona repleta de cultura, diversión y comercio, ya que jamás dejaremos de apreciar y dejar al desnudo nuevas aventuras.